ICARO Y FENIX

ICARO Y FENIX  

Fumaba sin técnica, nunca aprendió a hacerlo, pero ahora necesitaba quemar energía en algo que alejara la impotencia que la consumía. La pregunta maldita rompió la magia, ¿porqué se atrevió a cuestionar su integridad? ¿era una duda real sobre su carácter? o peor aún el deseo morboso de verla humillada, captada en flagrancia entre conductas consideradas inmorales y una emoción nueva, que todavía no sabía manejar.

Lo odiaba mucho más que cuando la obligó a confesar su amor. Un día la hizo revivir a la niña ingenua y al siguiente la convirtió en meretriz... sin pausa él quiso cambiar de tema, pero el cristal romántico se quebró.

Ella no se perdonaba cometer un error y menos un desliz que la hacía sentirse vulgar, común...
El entendió de inmediato que sólo tenía una oportunidad para revertir la situación, sabía ser caballero y la amaba, pero ella era implacable en su desprecio y no se arriesgaba a enfrentarla con todas sus armas expuestas. Tomó sus manos y volvió a besarlas, era un intento de disculpa, tímido y vulnerable.

Ella lo miró sentenciando muerte perenne y él aceptó entregar su vida para lavar la herida a su orgullo.

-Me voy entonces, que tengas una feliz vida- dijo con el mayor dolor que había sentido hasta ese momento.

Ella no respondió, no había nada que añadir. Era el clímax de una victoria amarga. Inhaló y el humo ardió en sus pulmones vírgenes. Justo allí sintió el comienzo de la metamorfosis, surgía el ave fénix que comería mil veces y una más el corazón de su Icaro, que quemó sus alas por acercarse demasiado a ese sol que nunca supo superar una ofensa. El castigo era dual, no lo dejaría caer al mar en la amada Sicilia de sus antepasados, como le sucedió a la leyenda que él admiraba.

En su lugar reemplazaba su suerte con el mito de Prometeo, por la ruptura de su promesa de amor incondicional, le comería el corazón de día y le amaría de noche, sanando cada tejido, para poder romperlo nuevamente hasta el fin de los tiempos.

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